La Nueva Ola de cine francés busca, a finales de la década de 1950, una renovación cinematográfica anteponiendo la libertad creativa al interés comercial y atendiendo a los espectadores de circuitos de cine alternativos. El grupo de jóvenes redactores de la revista Cahiers du Cinéma miembros de la Nouvelle Vague parten de las premisas teóricas de Astruc y Bazin para desarrollar una teoría que enfatiza la figura del director en tanto que autor de la obra cinematográfica por encima de guionistas o realizadores, reivindicando el estilo de directores como Bresson, Tati, Cocteau o Hitchcock, y abriendo la puerta con su concepción de autor a los Nuevos Cines.
Pese a la heterogeneidad del movimiento, se pueden citar el desinterés por grandes temas sociales, el descuido aparente de la causalidad narrativa y el raccord, la voluntad actualizadora de los géneros y la representación de la cotidianeidad de las nuevas generaciones como rasgos estilísticos comunes.
Conviene reivindicar cierta separación entre los directores que se conocen como miembros de la Nouvelle Vague y aquellos otros, anteriores, que fueron encasillados como participantes de la Rive Gauche, cuyo máximo exponente sería Alain Resnais.
Al final de la escapada (A bout de souffle, Jean-Luc Godard, 1959) representa uno de los filmes más emblemáticos de la Nueva Ola francesa. Su reflexión metacinematográfica se materializa en las alusiones a Humphrey Bogart encarnadas en el protagonista del filme, Jean-Paul Belmondo, así como en el incumplimiento de las leyes de continuidad del montaje.
En la irónica y refrescante Zazie en el metro (Zazie dans le metro, Louis Malle, 1959), la acción de la incansable Zazie huyendo de su perseguidor rompe con la lógica de la representación espacio-temporal verosímil en beneficio de la sátira y la revisión de gags cómicos que enriquecen el ritmo del relato, en el que se intercalan referentes conocidos para el espectador como la Venus de Milo.