Neorrealismo

El neorrealismo italiano, pionero hacia la modernidad cinematográfica, adquiere presencia tras el desastre de la II Guerra Mundial, apelando al compromiso antifascista y a una toma de conciencia histórica que pretende mover al espectador a reflexionar sobre la realidad del momento partiendo de la representación de las penurias cotidianas de la población italiana. La desarticulación de gran parte de la industria cinematográfica italiana supuso dificultades de producción que configuraron (pese a ser una corriente heterogénea) parte de su estética característica, tales como los rodajes en las calles con actores no profesionales o procedimientos y estética documentales que resaltan la contingencia y el azar en detrimento de las conexiones causales más propias del cine clásico hollywoodiense.

Roma, ciudad abierta (Roma, città aperta, Roberto Rosselini, 1945) marca el inicio del neorrealismo, de cuna italiana. Rehúye del artificio y la evasión para tratar con crudeza la ocupación de las tropas alemanas. En esa búsqueda de la verdad a través del enmarcado de los personajes en sus circunstancias, Roma, ciudad abierta se desmarca de los ambiciosos proyectos de la industria cinematográfica en búsqueda de un cine útil, prestado a la improvisación y, incluso, incluyendo en el reparto a gente que no eran actores.

Umberto D (Vittorio De Sica, 1951) representa la miseria extrema en la que se encontraba sumida gran parte de la población italiana tras la II Guerra Mundial. Su estética responde al alejamiento de las grandes producciones hollywoodienses y el acercamiento a la paupérrima cotidianidad cotidianeidad de la postguerra.

Esta entrada ha sido publicada en Corrientes estéticas y etiquetada como , . Guarda el enlace permanente.